Aragoneses: Bello, Mantecón, Vicéns y Sánchez Ventura

José Bello Lasierra, Juan Vicéns de la Llave, Rafael Sánchez Ventura e Ignacio Mantecón Navasal fueron los amigos de la tierra y los lazos juveniles, trabados más tarde en diversos momentos. Bello, Buñuel y Vicens fueron estudiantes en la Residencia. Sánchez Ventura estuvo el año de su doctorado, 1926. Mantecón no fue residente, pero debió visitar la calle Pinar el curso 1923-24. Eran hijos de familias zaragozanas acomodadas, con orígenes rurales más o menos próximos. Mantecón y Sánchez Ventura, como Buñuel, eran singularidades rebeldes en familias conservadoras, con las que no rompieron ni en la guerra ni en el exilio. Al margen de Vicéns, fallecido en 1959, es extraño que el resto, siendo quienes mejor conocían muchas circunstancias de la vida de Buñuel, apenas aparezcan en las entrevistas con Max Ab. Mantecón no quiso hablar mucho, no así su mujer, y sólo se recuperó un breve fragmento. También es extraño que no haya una conversación o resumen formal de lo hablado con Sánchez Ventura, de cuyos encuentros y conversaciones quedó constancia en los Diarios y en La gallina ciega. El 22 de abril de 1972, en su segundo viaje poco antes de morir, anotó Aub: “Nadie ha sabido darme el teléfono de Pepín Bello, a pesar de mis insistencias. (…) Nada. ¿Por qué? ¿Ya no es mi amigo? ¿O está también muerto de miedo? O, lo más probable, ¿no le importa nada?”

José Bello Lasierra

Fue el más joven y el último superviviente. Alcanzó el umbral de los 104 años con prodigiosa lucidez. Sin base científica, podría ser propuesto como ejemplo de que el cultivo del dolce far niente contribuye a la longevidad. Trabajó muy poco, lo imprescindible. Apenas escribió. No se casó ni se le conocen más aventuras sentimentales que un efímero enamoramiento adolescente de la hermana menor de Gustavo Durán. Tampoco dejó ningún indicio de experiencias o afinidades homosexuales connotadas. Era pasivo en grado sumo. El emblema de Bartleby, preferiría no hacerlo, le sienta como un guante.

Su figura creció cuando Agustín Sánchez Vidal, en su libro de 1988, utilizó las cartas y muchas de las fotos que había conservado de los años veinte y treinta para reconstruir el triángulo juvenil formado por Lorca, Buñuel y Dalí, algo así como la clave de bóveda literaria, artística y cinematográfica de la cultura española moderna. Este mito, un poco más tarde, contaminó y tiñó el propio de la Residencia, asociada a la Institución Libre de Enseñanza, cuando el edificio se convirtió en la sede de otra institución del estado cultural de la Transición. Un término ideado por José Carlos Mainer, la Edad de Plata, contribuyó a ello. Bello fue el testigo original en cuerpo presente que sancionó el culto al panteón de un presunto segundo renacimiento, de perfiles difusos, de la cultura española.

Las disonancias entre ambos mitos superpuestos aparecen en una curiosa paradoja, una arista que no encaja. Los de Dalí, Bello, Buñuel y García Lorca están probablemente entre los cuatro peores expedientes académicos de la Universidad Central en los años en que fueron estudiantes residentes. Dalí fue expulsado en segundo curso. No está claro si Bello, en los siete años que estuvo matriculado, aprobó alguna asignatura de Medicina. Lorca se licenció en Derecho en Granada por enchufe y no pasó exámenes en Madrid. En 1923, Buñuel había aprobado cinco asignaturas de letras en seis años de estudio. Por una vía azarosa, se han convertido en el símbolo de una institución por la que pasaron cerca de mil estudiantes, los mejores de provincias, durante 26 años, muchos de ellos muy brillantes. Sólo con enorme optimismo e ilusión se pueden vincular los ideales estéticos y vitales de estos jóvenes con los de don Francisco Giner. Fueron la excepción y no ofrecen una imagen fiel del centro. Aunque se sabe de uno, Paulino Vicente, asturiano, no se recuerda otro artista residente, porque la Residencia no los tenía entre sus preferencias. Lo habitual fue que el cincuenta por ciento estudiara medicina. Seguían los de ingenierías, derecho y arquitectura, que, sumados, formaban un grupo semejante al anterior. Algunos años, el porcentaje de los que estudiaban carreras distintas de las mencionadas fue muy bajo. En 1926, por ejemplo, sólo 4, de 143, estudiaban algo distinto de medicina (75), ingeniería (19), derecho (31) o arquitectura (14).

Bello es apellido gallego. Lo era la familia de su padre, nacido en Madrid en 1866 de madre francesa. Severino Bello Pöeysuan se hizo ingeniero de caminos y pronto empezó a trabajar para el Estado en Huesca, en las primeras obras hidráulicas del Alto Aragón. Allí casó en 1900 con Adelina Lasierra, oscense, once años más joven, y nació José, su cuarto hijo, en 1904. Sobrevivieron siete. Bello empezó en la Residencia en 1915, con 11 años, junto a su hermano Severino, un poco mayor. Llevaba pues dos años cuando llegó Buñuel en 1917, pero por la edad, la relación comenzó más tarde. Su padre tenía vínculos con los institucionistas y logró que se hiciera con ellos una excepción. Fueron los únicos estudiantes de bachillerato, una especie de mascotas. Allí siguió como estudiante de Medicina varios años más, pero estudió poco. Dejó la Residencia en 1924 para vivir en la casa familiar, pero sus resultados académicos no mejoraron. Abandonó los estudios en 1927 y se fue a Sevilla para trabajar en los preparativos de la exposición Internacional de 1929, en una de las empresas que dirigía José Ignacio Mantecón, cuyos padres eran amigos y socios.

Es posible que, entre 1927 y 1929, en Sevilla, sin decirlo con claridad, esperara que alguno de sus amigos le sacara de allí. No ocurrió, se desentendieron de él en el umbral del triunfo. En sus entrevistas más largas, Bello enseñó alguna cicatriz de heridas juveniles, no demasiado molestas, resignado a ser como era. Se vio otra vez mucho con Buñuel los dos años que vivió en Madrid entre 1934 y 1936. Luego, pasaron más de 25 años sin hablarse, aunque la relación se prolongó gracias a su hermano Alfonso.

Es un ejemplo de ligereza lo que dijo de él en Mi último suspiro: “En 1936, cuando empezó la guerra, solía propagar por Madrid las malas noticias: ‘Llega Franco. Va a cruzar el Manzanares’. Su hermano Manolo fue fusilado por los republicanos y pasó el final de la guerra refugiado en un Embajada.” Esto último es mentira y olvidó decir que Manuel Bello había quedado muy disminuido por un accidente de tráfico en 1925 en el que había perdido masa encefálica. Un día salió de casa y no se le volvió a ver. Años después, se enteraron de que su nombre aparecía en una lista de los asesinados en Paracuellos.

José Bello Lasierra pasó en Madrid toda la guerra civil con otros miembros de su familia. Fue detenido, pero salió y logró no ir al frente. Perdió diecinueve kilos. “Nunca lo he pasado peor en mi vida.” Fue el único de los amigos aragoneses que se quedó en España, donde tuvo una vida sin problemas, con algunas incomodidades. En la inmediata posguerra, pasó catorce años en Burgos, donde dirigió una industria de peletería familiar que no fue un gran negocio. Su único interlocutor en la ciudad fue Gonzalo de Sebastián, el primer marido de María Teresa León, un exmilitar que no había rehecho su vida tras el abandono conyugal. Volvió a Madrid, donde siguió viviendo de la herencia dejada por su padre, un ingeniero regeneracionista y emprendedor de la Restauración que llegó a reunir cierto patrimonio. En sus conversaciones sólo recuerda malos negocios y buenas relaciones con algunas de las mejores familias de Madrid, como los Garrigues, con los que había compartido penurias durante  la guerra. En Madrid frecuentó durante años el grupo de Chueca Goitia, Juan Benet, Caneja, Alfonso Buñuel y compañía.

Tenía muy buen carácter, pero cuando un entrevistador le recordó la mención de Buñuel en sus memorias se enfadó mucho y dijo aquello: “Luis era un irracional y un mentiroso. No me importa lo que dice porque sé cómo decía esas cosas. Todos sabíamos que era un mentiroso. Las memorias están totalmente fabuladas. Buñuel era un creador incluso de su propia vida. En las memorias hay mentiras más grandes que una catedral. Buñuel mentía como un bellaco.” También fue clarividente al decir que, a pesar de los alardes que Buñuel hizo de ser comunista, “sólo lo era relativamente”. Exageraba al decir que se había ido de Madrid en julio de 1936.

En 2001, le fue concedida la orden de Alfonso X el Sabio. El año que cumplió tres dígitos, recibió la Medalla de Oro del mérito en las Bellas Artes. Por lo mismo, podrían haberle dado la del Trabajo. La mayoría de sus momentos memorables se produjeron entre 1922 y 1924, con alguna chispa epistolar posterior. El resto de su vida, dosificó su talento hasta lo imperceptible. Falleció en Madrid el once de enero de 2008.

José Ignacio Mantecón Navasal

Nació en Zaragoza el 26 de septiembre de 1902. Su padre era de Almazán (Soria) y su madre de Pamplona. Don Miguel, su padre,  ingeniero de caminos, fue destinado a Zaragoza, allí se casó, fundó su hogar y se convirtió, a partir de 1920, tras dejar la administración y en colaboración con su yerno, Mariano Baselga, uno de los más destacados emprendedores de la ciudad, vinculado al gas, la electricidad, los ferrocarriles, los proyectos de regadíos y de industrialización agragaria. Tuvo 13 hijos, de los que sobrevivieron 11, los cuales entroncaron con notables familias de la oligarquía local. El menor se hizo falangista, los demás parece que fueron más bien conservadores, gente de influencia económica poco politizada.

José Ignacio fue a los jesuitas y tuvo un talento precoz. Terminó el bachiller con catorce años. Se licenció primero en Filosofía y Letras, por vocación, en 1920, y en Derecho, en 1923, para trabajar en las empresas de su padre. El siguiente curso, hizo el doctorado en Madrid, mientras daba clases en la Facultad de Filosofía y Letras en la especialidad de Historia, en la cátedra de Antonio Ballesteros. En La otra vida de LB sugiero la posibilidad de que Mantecón fuera ese año el hada madrina que permitió a Buñuel aprobar en dos convocatorias más asignaturas de las que había aprobado en los seis años de exámenes anteriores. Mantecón sacó las oposiciones de archivero y tras dos años en Madrid se trasladó a Sevilla, donde compaginó su puesto en el Archivo de Indias con el trabajo en Vías y Riegos, la empresa familiar. Fue amigo de Ignacio Sánchez Mejías y presidente del Betis Balompié. Con la República, se integró en Izquierda Republicana.

Durante la guerra, fue, del grupo de amigos, el que más se involucró y el que tuvo misiones más difíciles. El 18 de julio le cogió en Madrid, separado de su mujer y de sus dos hijas, a las que no volvió a ver en cuatro años. Miliciano de primera hora, pasó luego al Comisariado, donde tuvo diversas responsabilidades, hasta que, en el verano del 37, recibió uno de los nombramientos más peligrosos del momento, gobernador de Aragón, para acabar con el Consejo que los anarquistas catalanes habían instaurado en el Bajo Aragón. El orden lo puso la división de Líster, que se empleó a fondo. Terminó la guerra en el Ejército del Este, tras la caída de Cataluña, cruzó la frontera y volvió un poco más tarde. Salió finalmente de España en el último barco desde Gandía, el Galatea, con el coronel Casado, García Pradas y Gustavo Durán, entre otros. En París, fue el primer secretario del SERE, el organismo republicano de socorro a los refugiados. Detenido al comenzar la guerra europea, estuvo más de un mes en un campo, donde coincidió con Max Aub. Finalmente, tras un complicado viaje en el último barco de exiliados con destino a la República Dominicana, en el que coincidió con Sánchez Ventura, consiguió llegar a México. Allí se reunió con su mujer y sus hijas y permaneció el resto de su vida.

En México se pudo dedicar a su vocación, los archivos. Fue catedrático de Bibliología y compaginó la investigación con la docencia. Trabajó con otro sabio español, Agustín Millares, y crearon escuela. Lo primero que publicaron fue un Ensayo de bibliografía de bibliografías mexicanas en 1943. Siguió estudiando los archivos y protocolos de Nueva España, al tiempo que hacía recensiones y publicaba artículos en revistas. Vivió los últimos 42 años de su vida en el mismo piso de la calle Veracruz 56 de la ciudad de México. En ese edificio residieron Hidalgo de Cisneros y su mujer, Constancia de la Mora; Wenceslao Roces y la suya, Carmen Dorronsoro, entre otros exiliados menos conocidos, pero todos cercanos al Partido Comunista. En un arrebato de nobleza baturra ideológica, se afilió en 1948 al Partido Comunista, con el que llevaba en sintonía más de 10  años, que lo utilizó como figura ornamental. Nunca se dio de baja, aunque no estuviera de acuerdo con muchas decisiones de la dirección. En 1960, hizo el único viaje al extranjero durante su exilio. Fue a Praga para asistir al VI Congreso del PCE, en el que Carrillo sucedió a Pasionaria.

Fue el amigo íntimo del que Buñuel se sintió más próximo en México y su sombra se adivina cuando con Aub desarrolló algunas de sus opiniones. Una larga enfermedad degenerativa le fue mermando facultades en sus últimos años. Cuando la parálisis le impidió salir de casa, Buñuel, que todavía se sostenía, estuvo yendo a visitarle todos los domingos a las cinco de la tarde durante varios años. Falleció en junio de 1982.

 

Juan Vicéns de la Llave

Nació en 1895 y fue el mayor de cuatro hermanos, de los que nada se sabe. Fue tristón, de buen corazón, rígido, con poca autoestima. No están muy claros sus años jóvenes. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y se licenció en Madrid, mientras se alojaba en la Residencia, donde se le recordaba por una temporada de apostolado vegetariano. Era estudiante cuando sus padres murieron en un accidente y recibió la parte de su herencia. En 1926, se casó con María Luisa González, nacida en 1900, a la que Unamuno había tenido por su mejor alumna. Ese año invirtió lo heredado en una fábrica de harinas en Cifuentes, un pueblo de Guadalajara. Se ignora con qué intención, salvo que pensara en alejarse del mundanal ruido y redimirse por el trabajo manual. La vendió dos años más tarde a sus empleados, que sólo le pagaron, a plazos, la tercera parte de las 150.000 invertidas. Tampoco funcionó el negocio en el que reinvirtió lo recuperado de la harinera. Se asoció con el residente librero, Sánchez-Cuesta, y acabó haciéndose cargo de la sucursal que este había fundado en París y que nunca fue un negocio ni mediano. Para intentarlo, se instaló en París en la primavera de 1928.

Por dificultades económicas, en 1932, regresó con su mujer y sus dos hijos a Madrid. En París se había gastado casi medio millón de francos en el negocio, pero no consiguió traspasarlo. Durante dos años, se hizo cargo la hermana de la mujer de Buñuel, Georgette Rucar. Volvió con intención de concursar a una cátedra de francés. Alguno de sus antiguos compañeros de la Residencia colocado, le debió aconsejar que optara a un concurso en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Fue contratado como archivero y se dedicó con intensidad, como hacía todo, a su nuevo trabajo, inspector de bibliotecas municipales. Participó en las Misiones Pedagógicas. Presentó su tesis doctoral en junio del 36. Con cuarenta años, aspiraba a obtener una beca para conocer los sistemas bibliotecarios en la Unión Soviética. El 29 de julio del 36, le concedieron una pensión para viajar a los Estados Unidos, que no utilizó.

Se sabe un poco más de su vida en los años treinta por las cartas que le escribió a Lulú Jourdain, la mujer de Hernando Viñes, los mejores amigos de Buñuel en París. En una carta de junio de 1936, se definía políticamente. Estaba cerca del PC, pero no había dado el paso. El trabajo político era muy absorbente y no creía que se pudiera dedicar lo necesario. Le frenaba el miedo a perder su condición de funcionario y hacer más difícil su situación familiar. Eran muy amigos desde los días de París y en mayo habían pasado unas semanas en Madrid. Con Lulú no tenía secretos, ella sabía de qué le hablaba, todos andaban deshojando la margarita, entro o no entro en el Partido. Se consideraba un intelectual pequeño burgués, sin formación política y sindical y le daba pánico terminar siendo un trotskista. Estaba disponible para el PC, pero en una posición supeditada, al servicio, que no al frente, del proletariado. En el trabajo cultural, le parecía más eficaz ser simpatizante y decir que sólo se ocupaba de esas cosas y de instruir a las masas.

Con la guerra, cayó sobre él una carga inmensa de trabajo, de organización bibliotecaria y de rescate. En sus cartas a Lulú, elogiaba la tarea de los comunistas en Instrucción Pública. En febrero de 1937, se hizo cargo de las Bibliotecas Generales. Pero no estuvo mucho tiempo. Su mujer se había ido con sus hijos a pasar el verano a Becedas, un pueblo de Ávila, en el que se habían casado, y allí, en zona nacional desde el primer momento, le sorprendió el alzamiento. Le costó meses llegar a la frontera y alcanzar París. Para reencontrarse con su familia, se fue de Madrid en marzo. En la capital francesa estuvo un tiempo en Prensa para hacerse cargo más tarde de la oficina de Turismo, cuando fue asumida por el nuevo Ministerio de Propaganda. Se le considera autor del guión del reportaje Espagne 1937, uno de los dos hechos en París, en los que, de algún modo, participó Buñuel. En 1938, publicó un libro: L’Espagne vivante: le peuple à la conquête de la culture, una obra frentepopulista con una fe en la cultura y en el comunismo que hoy parece excesiva. Su trabajo en la oficina de propaganda fue muy criticado y él sufrió, como de costumbre, por la falta de medios, el trato y el criterio cambiante de los embajadores.

Llegó a México en 1940, sin su familia. Su mujer se había ido, con sus hijos, a la Unión Soviética. En México le retrató Aub en su diario como ejemplo de dogmatismo estalinista. El 16 de mayo de 1949, anotó: “Álvarez (yerno de Aub) habla de su círculo de estudios. Resulta que Vicéns es el maestro. Señala el Boletín de la URSS, que anda sobre la mesa, y dice: –Además, con esto nos basta. Ahí está todo.” Por entonces, y hasta 1953, dirigió la revista del Partido, Nuestro Tiempo. No está claro si empezó a tener síntomas de una cierta demencia o, como dice el nieto de Mantecón en la biografía de su abuelo, fue una decisión del partido para impedir que se casara con Lucrecia de la Torre, de la que estaba enamorado. No se sabe cuándo empezó su relación con ella, archivera y bibliotecaria, sobrina de Agustín Millares, maestro y colega de Ignacio Mantecón, y prima de Claudio de la Torre.

En 1954, se reunió con su familia en Moscú. En 1956, con una decena de españoles, entre ellos el arquitecto Luis Lacasa, fueron enviados a Pekín, con el encargo, entre otros, de formar locutores para las emisiones radiofónicas en español. Dos infartos acabaron con su vida en 1959. María Luisa González, su viuda, trabajó en Moscú en la universidad Lomonósov. regresó a España en 1977 y falleció en 1998. Uno de sus hijos, Manuel, se hizo ingeniero y vivió en Siberia. Falleció en Moscú en 2008.

Rafael Sánchez Ventura

Fue el más complejo, discreto, esquivo, ágrafo e intrigante de los amigos zaragozanos de Buñuel. Se dice que era tímido, dandi y que usaba bastón con empuñadura de marfil desde muy joven, aunque no consta que cojeara. Nació el 24 de octubre de 1897. Se licenció en Filosofía y Letras en 1921 en Zaragoza y se doctoró en Madrid en 1926. Como alumno de doctorado, estuvo en la Residencia, donde hizo amistad con García Lorca, que le dedicó una pieza de Poeta en Nueva York. Se le recuerda todavía por haber informado de las trazas mudéjares que singularizaban un conjunto de pequeñas iglesias medievales en pueblos cercanos a Sabiñánigo. Durante algunos años, compaginó su puesto de profesor en la universidad zaragozana con tareas conspiratorias, viéndose implicado, con Ramón Acín, en la revuelta de Jaca de 1930. Estuvo próximo a la CNT hasta, más o menos, 1933, cuando, por influencia de Buñuel, se inclinó por el comunismo. Participó en el rodaje de Las Hurdes y pudo contribuir a la producción. Se desconocen los detalles, pero se deduce de las cartas a Buñuel que por entonces había dejado la enseñanza en la universidad y trataba de hacer otras cosas. En 1934, poco después de morir su madre, buscaba empleo en algo relacionado con el cine, mientras intentaba vender a los amigos grandes obras de una editorial barcelonesa. Parece que a Buñuel le colocó una.

Como Mantecón, fue la oveja roja de su familia. Su hermano José María militó en la CEDA zaragozana, junto a Serrano Súñer. Tras la guerra, fue alcalde de la capital aragonesa. Rafael estaba en Madrid el 18 de julio. Con Mantecón, se incorporó a las milicias. Trabajó luego en la Junta Nacional de Protección del Tesoro y más tarde pasó en Valencia al ministerio de Estado, como encargado de la sección de Europa. Se fue a París en 1937 y allí estuvo el resto de la guerra como secretario segundo en la embajada. Le prestó 1400 o 1800 dólares a Buñuel para que pudiera viajar a los Estados Unidos en 1938. Le dijo a Aub que él le había convencido de que se tenía que marchar, al encontrarse en una posición insostenible.

Representó a la República en el entierro de Antonio Machado en Colliure y se embarcó en el último transporte fletado por el SERE hacia la República Dominicana. Antes de embarcar, entregó a la secretaria de Negrín una maleta llena de negativos de Robert Capa y Gerda Taro que fue redescubierta cincuenta años después. De Santo Domingo, llegó al Distrito Federal. Se distanció de Buñuel por la devolución del dinero que le había prestado para su viaje a los Estados Unidos. Sólo se sabe la versión del director, que, como era de imaginar, creía que había hecho lo justo, devolverle el dinero en cómodos plazos.

En el Colegio de México enseñó historia del arte y museografía. Regresó a España en 1966, donde vivió desde 1969, haciendo algo de vida social a través de González Robles, con el que colaboró en la exposición del escultor Alberto que se celebró en Madrid en 1970. Vivió en Madrid, sin problemas económicos gracias al dinero familiar, haciendo viajes frecuentes a México y a Portugal. En Madrid, Max Aub se encontró con él repetidas veces, acompañándole en sus búsquedas en la hemeroteca. En La gallina ciega lo introdujo como interlocutor y contraste de largas parrafadas. En una de ellas, el matrimonio trata de convencerle de lo bien que se vive en España. Al morir Franco, su sobrino, que se llamaba Jose María, como su hermano, era ministro de Justicia. Murió en Lisboa en 1984.

Nota: Conversaciones con Bello: Castillo y Sardá, 2007; Martín Otín, 2008; Vazquez Rial.com. Las noticias de Mantecón proceden, sobre todo, de M. A. Torres H. Mantecón, 2005. Para Vicéns: Vicens, 2002; Martínez Rus, 2007; Salaberría, 2002. Sánchez Ventura: García Guatas, 1985; Pardo Lancina, 2004.